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John Edgar Hoover (Washington D. C., 1 de enero de 1895-2 de mayo de 1972) fue el primer director de la Oficina Federal de Investigación de los Estados Unidos, más conocida como FBI. Nombrado director de la Oficina de Investigación, predecesora del FBI, en 1924, Edgar Hoover tuvo un papel decisivo en el desarrollo del FBI, donde permaneció como su director durante 48 años, hasta su muerte en 1972 a la edad de 77 años. A Hoover se le atribuye la modernización del FBI con el uso de nuevas tecnologías para labores policiales, haber creado archivos de huellas digitales y laboratorios forenses.
En sus últimos años al frente del FBI y después de su muerte se convirtió en una figura polémica tras empezar a salir a la luz evidencias de algunas de sus actividades secretas. Sus críticos le acusan de haberse extralimitado en sus funciones.[1] Utilizó al FBI para perseguir y acosar a disidentes y activistas políticos durante el macarthismo, las protestas contra la guerra de Vietnam o los movimientos a favor de los derechos civiles, además de acumular archivos secretos sobre la vida de numerosos líderes políticos y obtener pruebas mediante procedimientos ilegales. En consecuencia, Hoover acumuló un gran poder, el suficiente como para intimidar y amenazar a los ocho presidentes con los que convivió durante su vida como director. Varios presidentes intentaron destituirle, sin éxito. Sin embargo, su biógrafo Kenneth Ackerman, sostiene que los archivos secretos de Hoover de los distintos presidentes son un mito.[2]
El propio presidente de Estados Unidos, Harry Truman, acusó a Hoover de transformar al FBI en una policía secreta privada. Truman declaró que «no queremos una policía secreta o Gestapo. El FBI está avanzando en esa dirección. Está interviniendo en escándalos sexuales y usando el chantaje (...) J. Edgar Hoover daría su ojo derecho para aferrarse al cargo, y todos los representantes y senadores tienen miedo de él».[3] Tras su muerte, se limitó el tiempo máximo que una persona puede ejercer como director del FBI.